Para saber qué hacer, primero debemos saber dónde estamos y dónde queremos ir.

En este primer artículo de opinión, intentaremos contestar dónde están las empresas españolas, lo cual no por evidente deja de ser extremadamente relevante para una empresa.

Estamos en un país relativamente importante, por su tamaño y población, dentro de un continente al que algunos llaman, no sin razón, la vieja Europa. Afortunadamente formamos parte de la Unión Europea, una entelequia mercantil liderada por Alemania y Francia que aspira a unir toda Europa bajo su paraguas, con el permiso del mundo anglosajón y dejando el problema de cómo integrar un coloso como Rusia para un futuro indeterminado mientras vemos como Rusia oscila cada vez más hacia China.
En este nuestro país, los españoles tenemos un complejo de inferioridad secular derivado de siglos de reyes y presidentes que, abusando de sus puestos, han dispuesto de los recursos del país sin darle valor alguno, considerándolos como meros elementos para su enriquecimiento personal, si bien alguno hay que reconocer que llevó a cabo una gestión eficaz alejada de la miseria intelectual y moral de sus predecesores, que generó breves periodos de desarrollo económico .
Y con estos mimbres empezamos a hacer nuestro cesto.
Hoy como ayer la bancarrota de España es el terror de los acreedores y no olvidemos que nuestro principal acreedor del 1.289.905 millones de € de Deuda Pública que oficialmente tiene España (datos a II Semestre 2020), es decir casi 1,3 billones de euros, son los inversores extranjeros con más de un 48% del total y el Banco de España y el BCE con un 21% son nuestros principales acreedores.
Desde 2011, el Tesoro no desglosa por países los datos de tenedores extranjeros, no obstante, hace 9 años, Francia era el mayor dueño de deuda soberana española, con un 27%, seguido de los países del Benelux, con un 14%; Alemania, con un 9%; e Italia y China, con alrededor del 5% y 5,6% estimado, mientras que a EE.UU. le correspondía apenas un 2%.
A esta deuda habremos de sumar la deuda oculta existente sacando a la luz todos los pasivos de las administraciones públicas, que no figuran en los cómputos oficiales, pero que están vinculados a organismos públicos y que algunas fuentes cifran entre 300.000 (Eurostat 2016) y 600.000 millones de euros, con lo que nos iríamos a 1,9 billones de €, que para un país con 47.329.981 habitantes a 1 de enero de 2020, lo que implica que cada español debe entre 27.000 y 40.000 €.
Además, a 6 de mayo de 2020, el 35% de la población sostiene todos los sueldos y subsidios públicos (Informe de Idealista basándose en datos de la EPA), situación que se ha ido deteriorando desde entonces al aumentar el desempleo y los trabajadores del sector público.
Pero, ¿qué pasa en el sector privado?, por lo general, salvo honrosas excepciones el gestor privado español está más interesado en el corto plazo, en el día a día, que en pensar en el largo plazo, desarrollar una estrategia que asegure la viabilidad de la empresa más allá del año que viene o de los 3 años de los planes estratégicos, planes hechos a veces con una inocencia, un buenismo y un, permítanme decirlo, “laissez faire” sorprendentes, trampas en el solitario destinados a contentar a un público (accionistas) ávido de buenas noticias; esto que pudiera ser una afirmación un poco radical, no lo es si uno se pregunta ¿cuántas veces un plan estratégico ha recogido un cambio de tendencia hacia abajo, cuándo y cuántos gestores han sido capaces de prever una crisis económica y recogerla en su plan estratégico?.
España se caracteriza por crear muchas empresas, pero de reducido tamaño y con una baja supervivencia, de hecho, la actual crisis económica desatada por el COVID 19, por un excesivo endeudamiento público, por unos mercados bursátiles sobrevalorados (influidos por una burbuja existente en Wall Street de cuya existencia el premio nobel de economía en 2013 Peter Schiller y Warren Buffet entre otros avisaban a finales de 2018) y por no haber acometido las reformas estructurales en los órdenes político y económico supondrán un duro castigo sobre todo para las pymes. “En España, las pymes suponen el 99,8% de las empresas, representan poco más del 62% del Valor Añadido Bruto (VAB) y el 66% del empleo empresarial total. Concretamente, las pymes con asalariados suponen el 46% de las empresas, y emplean a más de ocho millones de trabajadores, lo que representa el 53,30% del empleo empresarial total” (datos MARCO ESTRATÉGICO EN POLÍTICA DE PYME 2030 publicado en abril de 2019 por el Ministerio de Industria Comercio y Turismo).
La menor supervivencia empresarial se debe, en parte, a que la mayoría de empresas que nacen pequeñas carecen de los recursos humanos, financieros y sobre todo de control necesarios para alcanzar tamaños que les permitan aprovechar las economías de escala y así poder llegar a ser más productivas.
De estas tres carencias la más peligrosa y la que supone un impedimento insalvable para las empresas en su desarrollo, es la carencia de un buen control de gestión que le permita no sólo saber en qué situación se haya la empresa en cada momento sino ser consciente de la realidad que rodea a ésta y a su negocio en todo momento, de tal forma que le permita al gestor tomar decisiones a corto plazo (tácticas) pero aún más, tomar decisiones a largo plazo (estratégicas) que son las que facilitan la supervivencia de las empresas.
El Control de Gestión requiere tiempo para recoger datos y analizarlos, datos reales y relevantes, dinero para adquirir los ERP o sistemas de control que procesen los datos y los conviertan en información valiosa para la toma de decisiones y, finalmente un profesional integro, capaz, con una mente analítica y experiencia en el mundo empresarial que genere un alto valor añadido para la alta dirección de la empresa.
El Control de Gestión de una empresa privada o entidad pública es como los gansos que salvaron a Roma de una invasión gala por sorpresa con sus graznidos, o como el vigía de un velero que avisaba de arrecifes, tormentas, naves amigas o enemigas o gritaba ¡Tierra a la vista!.
Como vemos disponer de un adecuado control de gestión requiere hacer una inversión importante en tiempo y dinero que, sin embargo, marca -habitualmente- la diferencia entre que una empresa desaparezca o que sea capaz de capear las crisis en la empresa, del sector, del país e incluso las crisis económicas internacionales o mundiales.
¿Dónde estamos pues? En medio del océano empresarial, preparándonos para entrar en una tormenta perfecta en la que al huracán del Coronavirus se une el huracán de una crisis económica global originada en los mercados bursátiles y en el exceso de deuda pública y, en donde todavía, nos hallábamos sacudidos por la anterior tormenta de 2008 de la que no habíamos terminado de salir, al no haber realizado los cambios estructurales necesarios. No obstante, tenemos empresas que se han internacionalizado más, y con muchos gestores que alguna lección aprendieron de la última gran crisis. Esperemos que los conocimientos adquiridos en el pasado y nuestros vigías en Control de Gestión permitan que la flota empresarial española llegue a buen puerto y con ella todos nosotros.

Utilizamos Cookies para garantizar una mejor navegación por nuestro sitio web. Sólo utilizamos cookies propias.    Ver
Privacidad